El origen de esta celebración viene de una terrible peste que asolo la comarca sobre el año 1567. Cuentan que dos hermanas le ofrecieron a San Lorenzo, patrón del pueblo, dos caballos de su propiedad para defenderlas de la peste. Así, terminada la epidemia, las dos hermanas cumplieron su promesa y le dieron al párroco los caballos, que con el tiempo se fueron reproduciendo en los montes del los alrededores. En la actualidad existen más de 600 caballos que viven en libertad en los citados montes.

En esta celebración de raíces ancestrales, se llevan al curro las bestas para ser marcadas y nuevamente dejarlas en libertad en los montes de los alrededores. Los aloitadores son los encargados de localizar y reunir los caballos en el curro, puesto que son los únicos que pueden realizar este trabajo al necesitar para ello una sabiduría adquirida desde jóvenes. Con cada edición es más frecuente la aparición de mujeres en este grupo. Se celebra el primer fin de semana de julio.